Carl Gustav Jung afirmaba que para poder comprender y
aprender la estructura y función del psiquismo, era necesario estudiar las
manifestaciones de la psique en el inconsciente del individuo tales como
sueños, creencias religiosas, propósitos íntimos, manifestaciones del arte,
etc. ). Estudiando en profundidad el lenguaje simbólico de tales
manifestaciones, Jung observó que todas las expresiones del inconsciente
individual seguían patrones determinados, al margen de las creencias y credos
del individuo y todas tenían en común principios primordiales eternos que
ofrecían pautas para moldear la forma en la que el ser humano se percibe a sí
mismo y experimenta el mundo. A esas matrices de respuestas posibles, las llamó
arquetipos y como están por encima de la psique o inconsciente
individual, especificó la existencia del inconsciente colectivo común a todas
las personas.
Los primeros en interpretar el mundo en términos de
principios arquetípicos fueron los griegos creando figuras mitológicas
personificadas o deidades (Zeus, Poseidón, Hera, Venus). Joseph Campbell,
erudito mitólogo, junto con los estudios de CG Jung, aportaron una nueva
comprensión de la mitología: los personajes mitológicos, los ámbitos y temas
arquetípicos básicos, representan una herencia cultural universal que se
manifiesta a lo largo de distintos períodos históricos de la humanidad (Campbell
1968)
Campbell se dio cuenta que todos los mitos estudiados
y pertenecientes a distintas partes del mundo, tenían en común una fórmula
arquetípica universal a la que llamó monomito. Es la historia del héroe
o heroína que abandona su hogar por circunstancias determinadas; tras aventuras
y experiencias de todo tipo, vuelve a su origen transformado en una deidad. Ese
viaje heroico tiene tres fases, semejantes a las descritas en los ritos de paso
tradicionales: separación, iniciación y regreso. Según palabras de Campbell en
su libro El héroe de las mil caras: psicoanálisis del mito (2005), “el
monomito del viaje del héroe constituye el mapa para la crisis transformadora (véase
Figura de la página 19), que todo ser humano puede experimentar cuando
profundos contenidos de la psique inconsciente emergen a la conciencia. El
viaje del héroe describe nada menos que el territorio experiencial que un
individuo debe atravesar en épocas de transformación profunda”.
EL VIAJE DEL HÉROE
En 1949, Joseph Campbell publicó “El héroe de las mil caras” (The Hero with a Thousand Faces). El libro está basado en el trabajo del antropólogo alemán Adolf Bastian, uno de los pioneros del concepto de “la unidad psíquica de humanidad“, la idea de que toda la humanidad comparte un marco básico mental, de que los mitos de toda la humanidad están construidos a partir de las mismas ideas elementales.
Posteriormente, el psiquiatra suizo Carl Jung denominaría a estas ideas elementalesarquetipos, imágenes oníricas y fantasías que correlacionan con especial similitud motivos universales pertenecientes a religiones, mitos y leyendas. Se tratarían de aquellas imágenes ancestrales autónomas constituyentes básicos no sólo de la mente inconsciente, sino de un inconsciente colectivo.
En otras palabras, Jung creía que todo el mundo nace con el mismo modelo de base subconsciente de lo que es un “héroe”, un “tutor” o una “misión”.
Jung desarrolló su idea de los arquetipos principalmente como una forma de encontrar el significado de los sueños y visiones de los enfermos mentales.
La contribución de Campbell fue utilizar la idea de los arquetipos para definir la estructura subyacente común de la religión y el mito. Propuso esta idea en “El héroe de las mil caras”, proporcionando ejemplos de multitud de culturas a lo largo de la historia y en todo el mundo: las culturas egipcia, babilónica (El Gilgamesh), griega (Jason y los Argonautas), germánica (Sigfrido), británica (leyendas artúricas), las leyendas polinesias, los cuentos de Perrault y los hermanos Grimm, relatos africanos… Campbell concluye que todas las leyendas son expresiones de una misma historia patrón, a la que llamó “Viaje del Héroe” o “Monomito“. Es una idea sencilla, pero sugiere una ramificación increíble:
Todas las religiones son verdaderas, pero ninguna es literal.
Para Campbell todas las religiones son contenedoras de una misma verdad esencial y el truco está en no confundir el envoltorio con el diamante.
Las etapas
Según Campbell el “Viaje del Héroe” se puede descomponer en tres etapas: La Partida (o Separación), La Iniciación y El Regreso. Cada etapa esta compuesta por varias partes que pueden estar presentes o no y pueden variar su orden dependiendo de la encarnación del monomito.
La Partida
- La llamada a la aventura. La historia comienza con el héroe recibiendo una llamada a la aventura. Esta llamada puede perturbar la vida cotidiana del héroe. Ademas, puede haber un heraldo que comunica la llamada.
- El rechazo a la llamada. El héroe puede decidir rechazar la llamada. Esto generalmente trae sufrimiento para el héroe, que finalmente lo convence a aceptar la llamada.
- Ayuda sobrenatural. Para poder emprender su aventura, en ocasiones el héroe puede requerir de ayuda sobrenatural.
- El cruce del umbral. El umbral marca la división entre el mundo familiar y desconocido para el héroe.
- El vientre de la ballena. Renacimiento; en ocasiones el héroe debe morir para pasar el umbral.
La Iniciación
- El camino de las pruebas. Una vez que el héroe se encuentra en el mundo desconocido, debe superar una serie de pruebas que lo ayudarán a aumentar su nivel de conciencia.
- El matrimonio. La ultima prueba puede representarse como el matrimonio con una figura femenina. Esto representa el dominio del héroe sobre la vida (por eso el símbolo femenino)
- La mujer como tentación. Una vez que el héroe ha expandido su nivel de conciencia, existe una desigualdad entre la verdad y su apariencia exterior que puede ser seducida por las tentaciones carnales. Como resultado el héroe puede presentar un rechazo hacia alguna figura femenina.
- Expiación con el padre. El héroe se reconcilia con la figura tirana y piadosa del padre, lo que le permite a la vez comprenderse a si mismo.
- El apoteosis. El “yo” del héroe se desintegra. Esto transporta al héroe a un nuevo nivel de conciencia, que le permite sacrificarse.
- La bendición final. El héroe finalmente esta listo para recibir aquello para lo cual emprendió su aventura.
El Regreso
- El rechazo del regreso. Una vez que el héroe a logrado la iluminación, puede existir la duda o el rechazo a volver al mundo normal.
- El vuelo mágico. En ocasiones el héroe regresa con la bendición final escapando de algún mal.
- El rescate desde el mundo normal. Para poder volver al mundo normal el héroe puede necesitar que alguien del mundo normal lo ayude.
- El cruce del umbral. El héroe regresa al mundo normal y lo acepta como real.
- Maestro de dos mundos. Gracias a la bendición final, el héroe ahora es el maestro de los dos mundos.
- Libertad para vivir. Finalmente el héroe entrega la bendición final a la humanidad.
Los primeros en interpretar el mundo en términos de principios arquetípicos fueron los griegos creando figuras mitológicas personificadas o deidades (Zeus, Poseidón, Hera, Venus). Joseph Campbell, erudito mitólogo, junto con los estudios de CG Jung, aportaron una nueva comprensión de la mitología: los personajes mitológicos, los ámbitos y temas arquetípicos básicos, representan una herencia cultural universal que se manifiesta a lo largo de distintos períodos históricos de la humanidad (Campbell 1968)
Campbell se dio cuenta que todos los mitos estudiados y pertenecientes a distintas partes del mundo, tenían en común una fórmula arquetípica universal a la que llamó monomito. Es la historia del héroe o heroína que abandona su hogar por circunstancias determinadas; tras aventuras y experiencias de todo tipo, vuelve a su origen transformado en una deidad. Ese viaje heroico tiene tres fases, semejantes a las descritas en los ritos de paso tradicionales: separación, iniciación y regreso. Según palabras de Campbell en su libro El héroe de las mil caras: psicoanálisis del mito (2005), “el monomito del viaje del héroe constituye el mapa para la crisis transformadora (véase Figura de la página 19), que todo ser humano puede experimentar cuando profundos contenidos de la psique inconsciente emergen a la conciencia. El viaje del héroe describe nada menos que el territorio experiencial que un individuo debe atravesar en épocas de transformación profunda”.
Además de explicar la sucesión de las estaciones, los mitos justifican también ciclos más cortos, como el de la salida y la puesta del Sol y el de las fases y eclipses de Luna.
PARA SEGUIR ESTUDIANDO ESTE TEMA, PUEDEN LEER ONLINE EL LIBRO "CUENTOS Y LEYENDAS TRADICIONALES" DISPONIBLE EN
GEOCULTURA
El “punto de vista geocultural” hace referencia a un
contexto firmemente estructurado mediante la intersección de lo geográfico con
lo cultural (1). Fundamentalmente consiste en considerar que todo espacio
geográfico —todo “hábitat”— está siempre ya “recubierto” por el “pensamiento
del grupo”, y que éste está siempre “condicionado por el lugar”. De modo que no
cabe hablar de “geografia” y “cultura”, sino de “unidad geocultural”
“Geocultura” alude fundamentalmente, pues, a ubicarse en una
perspectiva, lo cual conlleva su radical incompatibilidad con otras. Como
"cultura” - y por ende, "palabra”, “logos”, “pensamiento”— tiene que
ver con la significación de la existencia” de un grupo, todo pensamiento surge
en un determinado ámbito geo-cultural y no hay, en consecuencia. “verdad
absoluta” o “saber universal”. La única universalidad es que todo pensamiento
tiene su geocultura; que todo grupo humano es sujeto de su cultura; que todo
pensamiento —incluso filosófico— es pensamiento de un sujeto. Todo pensamiento
es desarrollo de una “semilla” que está en la comunidad: de ahí que los
oprimidos son “sujetos” de su cultura, de su pensamiento —incluso filosófico— y
de su propia liberación.
TOMADO DE "GEOCULTURA DEL HOMBRE AMERICANO" DE RODOLFO KUSCH.
EL ORIGEN DEL CERRO (Heroica/Etiológica).
•
Hace mucho tiempo un cacique gobernaba con
rectitud y justicia a su pueblo. El cacique había logrado dominar las fuerzas
de la naturaleza y los cielos, de las que se valía para proteger a los
suyos de todos los males. Esos conocimientos los había obtenido en las profundidades
de una cueva, que sólo él conocía.
•
Un día, una tribu enemiga que codiciaba esos
poderes, decidió atacar el pueblo del Cacique. Entonces se pusieron en marchar
con sus mejores armas, pero ocurrió algo imprevisto. Cuanto más empeño ponían
en acercarse a sus enemigos, las sierras por donde caminaban se volvían
desconocidas. No sólo eso, también el sol parecía cambiar de lugar; y a la
noche, las estrellas se desordenaban.
•
Una mañana creyeron encontrarse muy cerca de la
ciudadela del Cacique. Ya se preparaban a lanzar el ataque cuando se dieron
cuenta de que era su propio pueblo. El Cacique se había burlado de ellos.
Durante días habían caminado en círculo. El poder del Cacique formaba una muralla
de confusión que hacía perder a todo aquel que deseara el mal para su
pueblo. A partir de ese día, juzgaron inútil todo ataque, pero no se dieron por
vencidos, y esperaron el momento propicio para vengarse.
•
Pasó el tiempo. Un día el Cacique fue padre de
dos hermosas criaturas. Una y otra eran tan parecidas, que hasta la madre tenía
que hacerles una marca con un carbón para distinguirlas. Cuando el pueblo
enemigo se enteró de este nacimiento tuvieron una idea.
•
Sabían muy bien que sólo aquellos que se
acercaran con buenas intenciones lograrían encontrar las tierras de sus
enemigos, así que separaron de la tribu a dos varones recién nacidos, y los
criaron alejados de odio hacia el pueblo del Cacique. El plan era perfecto. LA PARTIDA: Llamada a la
aventura.
•
Cuando los varones se hicieron hombres se los
invitó a emprender viaje hacia las tierras del Cacique. Allí fueron recibidos
con afecto, y no tardaron en enamorar, -con amor verdadero-, a las hijas del
Cacique. Y como no podía ser de otra manera, se casaron con ellas. El umbral del
conocimiento.//INICIACIÓN.
•
Con el tiempo los jóvenes sintieron deseos de
volver a visitar el lugar donde habían sido criados, y retornaron a su tierra.
Había llegado el momento esperado durante tanto tiempo por lo enemigos del
Cacique. Se los recibió con contenida expectación, y cuando los jóvenes se
saciaron de recuerdos, emprendieron el camino de regreso para reencontrarse con
sus mujeres. REGRESO.
•
Pero a diferencia del viaje de ida, esta vez
fueron acompañados por una avanzada de guerreros que, ocultos y a prudente
distancia, señalaron cada rincón del camino, para guiar al grueso del ejército.
El resto es muy triste contarlo.
•
Apenas lograron entrar a las tierras del
Cacique, asesinaron a toda persona que se cruzaba en su camino. La matanza fue
terrible. Los jóvenes esposos no podían entender lo que sucedía, y aunque
habían sido preparados para el amor y la paz, defendieron el pueblo de sus
mujeres. Incluso uno de ellos murió en la pelea, mientras el otro fue apresado
junto al Cacique, su mujer y sus hijas. El camino de las pruebas.
•
Después de esperar tanto tiempo, el ejército
enemigo tenía en sus manos al Cacique, y
se dispusieron a arrancarle el secreto de la cueva oculta. Pero el
cacique se negó a hablar. No pronunció palabra, ni siquiera cuando fueron
torturadas hasta morir su mujer y sus hijas. Mucho menos cuando él mismo fue
atormentado durante días. Pero cuando el cacique estaba por expirar, su rostro
se transformó hasta asustar a sus enemigos, entonces lanzó un grito de dolor que
hizo temblar la tierra y oscurecer los cielos. En el suelo se abrieron enormes
rajaduras donde fueron cayendo los enemigos del cacique; el resto lo hizo el
fuego que saltó desde el fondo de la tierra, y el que cayó del cielo. Fue
entonces cuando el cacique, llamado Uritorco, se hizo Cerro.
•
Su rostro puede adivinarse en los pliegues de la
pendiente que mira al oeste. Sus hijas se volvieron el cerro Las
Gemelas, y la mujer del cacique se convirtió en el río que
acaricia eternamente ambos cerros, y se lo llama Calabalumba al
pasar junto al pueblo. El perfil del joven que murió defendiendo a una de las
hijas de Uritorco, también fue eternizado, y puede verse en Los
Terrones. DEIDAD
•
Todos murieron ese día, salvo el joven que había
sido apresado, quien sobrevivió para poder contar lo ocurrido.
Es una leyenda, pero en Capilla del Monte se dice que quien no quiere bien al
pueblo se pierde antes de llegar, o más temprano que tarde es tragado por la
tierra; porque el Cerro, aunque no lo parezca, está vivo y continúa protegiendo
a los suyos.
Tomado del libro “El bastón de Mando” del profesor y
folclorólogo Guillermo Terrera.
El
escritor perdido en su laberinto
|
Por Cristina Bajo | Especial.
|
La vida de don Luis de Tejeda abarcó casi todo el siglo
XVII y, siguiendo a Bárbara Tuchman, podemos verlo como un Enguerrand de
Coucy, a través de cuya existencia la historiadora pudo reconstruir el siglo
XIV; como el señor de Coucy, rozado por la historia, don Luis representó toda
una época.
Córdoba era entonces una ciudad de importancia, contaba con una Universidad
prestigiosa y aunque era no rica, el comercio de mulas permitía a ciertas
familias vivir en discreta opulencia. En casa de una de ellas, en la esquina
de 27 de Abril e Independencia, nació, en 1604, don Luis de Tejeda y Guzmán,
hijo del capitán Juan de Tejeda y de María de Guzmán, cuyos padres habían
llegado con el fundador.
Luis estudió en la Universidad jesuítica y en 1624 ó 1625, se casó con doña
Francisca de Vera y Aragón, con la que tuvo varios hijos. Fue “vecino
principal”, alférez, procurador, alcalde, regidor, protector de naturales,
teniente general, maestre de campo, comandante general. Viudo ya, tomó los
hábitos en Santo Domingo. Entre 1663 y 1680, año en que muere, permaneció
enclaustrado y se dedicó a la poesía sagrada. El Peregrino en Babilonia es
una de sus obras. Hasta aquí, la biografía de Luis de Tejeda, respetable como
corresponde a las crónicas de época. Pero su vida fue mucho más, pues superó
la reseña con aventuras, capacidades, desbordes y pasiones que lo
acompañarían hasta la muerte.
Linaje contradictorio
Su linaje era contradictorio: por su padre, descendía de la india María,
mujer de su bisabuelo, Hernán Mejía Mirabal, y por su madre, de Teresa de
Jesús, varias veces investigada por la Inquisición.
Dos órdenes religiosas gravitaron en su vida: la Compañía de Jesús, donde
desarrolló su intelecto, y la de Santo Domingo, donde terminó su existencia
como quien cierra el anillo de la eternidad: los dominicos se habían
instalado en Córdoba el mismo año en que él naciera.
Al crecer, mostró un fuerte misticismo unido a un comportamiento licencioso.
Díscolo y estudioso, fue también aguerrido: luchó contra los piratas
holandeses e intervino en las guerras calchaquíes. Versificaba en varios
idiomas, entendía el griego, el latín y el hebreo, facilitándosele la lectura
de poetas y filósofos antiguos y las Sagradas Escrituras. Sabía matemáticas,
jurisprudencia, medicina, filosofía, teología, mitología y oratoria.
Frecuentó a Juan Bautista Daniel, pintor noruego afincado en Córdoba, en cuya
casa se reunían cultos y bohemios; con él adquirió nociones de dibujo, pintura
y música. La arquitectura, que aplicó en la obra del convento de las
Carmelitas, fundado por su padre, la aprendió con los jesuitas.
Encarnó el ideal enciclopédico de su tiempo, pero siempre se le recordará por
su vida amorosa. Sedujo a mujeres casadas o comprometidas, y varias veces
estuvo a punto de morir sobre lecho y bajo techo ajenos, entre duelos y
emboscadas. Entre tantas historias, resalta la de Ana Bernal de Mercado,
Anarda en sus poemas, a quien recordó hasta el fin de sus días. Recién graduado,
se enamoró perdidamente de ella, que pertenecía a una familia empobrecida y
desprestigiada, y sus tempestuosas relaciones, rodeadas por la fatalidad,
terminaron con la muerte súbita de la joven, mientras él estaba confinado en
una celda en el Cabildo.
Hay varios hechos teñidos de esoterismo en la familia Tejeda, y uno de ellos
es el que permite a Luis despedirse de su amada. Advertido por un amigo de la
muerte de la joven, él, fuera de sí, sacude las rejas que lo aprisionan. En
ese momento, estalla un viento huracanado y una feroz tormenta cae sobre la
ciudad, arranca de quicio la puertas del Cabildo y abre las celdas. Los
prisioneros huyen y Luis y su hermano se dirigen a casa de las Bernal, donde
están velando a la joven. Allí se produce un altercado con la madre de Ana,
que amenaza con matarlo, pero un franciscano la detiene y pide a los jóvenes
que se retiren.
Luis no olvidará aquel episodio, pero su padre, empeñado en encauzar su
destino, lo convence de que despose a Francisca de Vera y Aragón, a lo que el
muchacho, todavía aturdido, accede; con ella tuvo varios hijos, y aunque la
amó tibiamente, la inexperta esposa no pudo contener el carácter violento de
Luis, ni aplacar su sensualidad exacerbada.
Amores y puñaladas
Su vida continuó en constantes recaídas, pero luego de haber sido infiel a
Francisca con una de sus amigas, juró a su amante no volver a verla. No pudo
cumplir su palabra, y una tarde la sigue al templo, donde una voz le asegura
que será la muerte quien los separe. Poco después, la dama muere, dejándole
un profundo sentimiento de culpa.
Deseoso de huir de sus faltas, Luis interviene en campañas militares que lo
alejan de Córdoba, la Babilonia de sus tentaciones. Por esos años, los
Cabrera y los Tejeda andaban enemistados.
En medio de enfrentamientos, mientras se daban de puñaladas y sembraban de
cuerpos las calles, fallece la esposa don Luis al tiempo que éste es acusado
de asesinato. Por escapar a la ley, se interna en las sierras, donde vive
como ermitaño hasta que, harto de soledad, decide regresar. Entra a la ciudad
sin darse a conocer y pide amparo al prior de Santo Domingo para internarse
en el convento, donde no puede ser capturado. No saldrá de él ni muerto, pues
allí mismo, muchos años después, sería enterrado.
Es en este purgar culpas y amistarse con Dios, que decide quemar casi todos
sus escritos. Prudencio Bustos Argañaraz, en la biografía novelada Laberintos
y escorpiones, pone estas palabras en su mente: “Atrapadas por las llamas,
las páginas amarillentas comenzaron a retorcerse, desprendiendo resplandores
rojizos, como las víctimas propiciatorias de un holocausto ritual. Al verlas
consumirse tuve la sensación de que el fuego que las devoraba purificaba
también mi alma y redimía mis viejos pecados. La fogata se consumió, pareció
revivir en un agónico resplandor y terminó por apagarse. Un suave golpe de
viento dispersó las cenizas y junto con ellas, se llevó mis culpas”.
Si don Luis de Tejeda, en vez de dedicarse –seducido por las tendencias
literarias de su generación– a escribir versos y versos que mostraran el
debido arrepentimiento, hubiera conservado parte de su obra, presumiblemente
erótica, seguramente autobiográfica, hoy contaríamos con una crónica vívida y
veraz de la Córdoba monacal y licenciosa del siglo XVII, hecha a imagen y
semejanza de aquel hombre excepcional que se perdió en su propio laberinto.
(*) Escritora. El cuento “Aquesta confusa tierra”, incluido en su último
libro, “Tú, que te escondes” (Sudamericana), narra una cita fantasmal entre
Luis de Tejeda y su enamorada.
|
LOS JESUITAS
Los testimonios de la
acción de la Compañía de Jesús, orden fundada por Ignacio de Loyola, ocupan un
lugar de privilegio en la provincia de Córdoba. En el lapso comprendido entre
1599, año de la llegada de los Jesuitas a Córdoba, y 1767, cuando se produce la
expulsión de la orden por el rey Carlos III de España, la Compañía de
Jesús estableció un sistema cultural-social único en la América hispana que
marcó el desarrollo de la provincia. El sistema, centrado en la Ciudad de
Córdoba, se organizó alrededor de las
empresas educativas y espirituales de la Compañía, dando origen al
Colegio Máximo en 1610, a la Universidad en 1622, al Colegio Convictorio
de Nuestra Señora de Monserrat en 1687 y al Noviciado, que son los puntos
destacados de lo que se conoce como "Manzana Jesuítica". Para
asegurar el sustento económico de esos emprendimientos, se organizó y consolidó
un sistema de estancias, establecimientos rurales productivos situados en el
interior de la provincia. El carácter único de estos testimonios patrimoniales
han sido reconocidos por la UNESCO, que a fines del año 2000 ha declarado al
"Camino de las Estancias
Jesuiticas" y a la "Manzana Jesuítica" como "Patrimonio de
la Humanidad". Las estancias fueron Caroya (1616), Jesús María (1618), Santa
Catalina (1622), Alta Gracia (1642), La Candelaria (en 1678) y San Ignacio
(1725), esta última fuera de la declaración de la UNESCO. Para recorrer este
circuito, se ha creado recientemente un "Camino de las Estancias
Jesuíticas", que permite descubrir en forma ordenada estos valores únicos.
LA LLEGA
DE LOS JESUITAS: V. VIDEO “La llegada” (hasta minuto 10), “Evangelio y Trabajo
(hasta minuto 15)
Expulsión de los jesuitas
DOCUMENTAL 1, HASTA
MINUTO 10.
Expulsión de los jesuitas es un concepto historiográfico que (con independencia de otras coyunturas
históricas en que se produjeron hechos similares) se refiere a la expulsión de la Compañía de Jesús, a
mediados del siglo XVIII, de varias monarquías católicas europeas identificadas como despotismos ilustrados;
y que condujo a la disolución de la Compañía de Jesús por el Papa en 1773.
Los jesuitas fueron expulsados:
Las expulsiones y posterior disolución de la Compañía
de Jesús trajo como consecuencia el exilio de una gran cantidad de jesuitas en países oficialmente no católicos que
toleraban la presencia de súbditos católicos, como el reino de Prusia o el Imperio ruso (que en 1772 habían llevado a cabo el reparto de Polonia, de
población mayoritariamente católica). Ambos monarcas (Catalina la Grande de Rusia y Federico II de Prusia)
ignoraron el decreto papal, lo que permitió la continuidad de los colegios jesuitas,
y de hecho la reorganización de lo más selecto de la intelectualidad de la
Compañía.
Nota: Motín de Esquilache es la denominación de la revuel
La movilización popular fue
masiva (un documento contemporáneo
cita la cifra de treinta mil participantes
-posiblemente una
exageración para una población de ciento cincuenta mil
habitantes
-), y llegó a considerarse amenazada la seguridad del propio rey.
No
obstante, a pesar de su espectacularidad y su extensión o
coincidencia de
revueltas por causas semejantes en otros lugares
de España, la más evidente
consecuencia política del motín se
limitó a un cambio de gobierno que incluía
el destierro del marqués
culpaban de la carestía del pan, y que se había hecho
extraordinariamente impopular como consecuencia de la
prohibición de algunas
vestimentas tradicionales.7 Su
condición de
italiano contribuyó de forma importante a ese rechazo. Las
iniciales medidas de apaciguamiento y el especial cuidado que a
partir de
entonces se puso en el abasto de Madrid fueron
suficientes para garantizar el
orden social en los años siguientes.
Se han identificado diferentes
intereses y grupos de poder
nobiliarios y eclesiásticos, tanto entre los
acusados de instigar el
motín (que según las conclusiones de la Pesquisa Secreta llevada a
cabo por las autoridades
desde el mes de abril de 1766 estuvo
planificado por los jesuitas y
personalidades afines, como el
beneficiados por la nueva situación (denominados albistas por
el
historiografía actual lo interpreta como un movimiento
popularespontáneo,
pero con una instrumentalización política
evidente en medio de una lucha por el
poder entre dos facciones de
LA CAIDA DE BABILONIA
En su primera mención en la revelación de Juan, Babilonia aparece como
parte del mensaje de segundo ángel en capítulo 14:8 y dice así: "Y otro ángel le siguió, diciendo:Ha caído, ha caído Babilonia, aquella
grande ciudad, porque ella ha dado á beber á todas las naciones del vino del
furor de su fornicación.". Lo primero que se nombra es su caída, y se
repite en el 16:19. La caída de Babilonia se nombra dos veces, antes de
sugerirse que haya tal cosa como una Babilonia. Se le describe de manera
completa en los capítulos 17 y 18.
Babilonia era cosa tan horrenda que Juan quiso asegurarles a sus lectores
que aquello tendría una existencia pasajera, antes de intentar describírlo.
"Babilonia" es el nombre que Juan le dio a la alianza de las fuerzas
satánicas en los días previos a la segunda venida del Mesías.
"Babilonia" se refiere al espíritu de apostasía mundanal en la
iglesia que ha apostado de la verdad. Sus orígenes están en Roma pero al final
del conflicto de los siglos abarcará mucho más. Babilonia se manifesta mediante
todo aquello que se ponga contra Dios y del lado del diablo.
El mensaje de Apocalipsis 18 es muy parecido al lamento de Jeremías sobre
el asolamiento de Babilonia (Jer. 50-51); en particular el incidente de la
piedra echada al mar (v. 21; Jer. 51: 63-64). Babilonia ciudad del Eufrates, la
ciudad maravilla del mundo antiguo, era la ciudad que había llevado cautivo al
pueblo de Dios. Así, pues, Juan aplica el nombre a la potencia mundial que
había de cautivar a la Iglesia.
Roma era la Babilonia del Nuevo Testamento. Era la potencia mundial que ya
había iniciado la persecución del pueblo neo-testamentario de Dios, así como la
Babilonia literal había hecho antes. Quizás una de las razones por qué se le
llama a Roma "Babilonia" en lugar de Roma, es que en tiempo de
persecución era demasiado peligroso nombrar claramente a la ciudad como objeto
de los juicios de Dios. Luego, también, según algunas interpretaciones,
"Babilonia" era más que la Roma del N.T.; se aplicaba más específicamente
a una Roma de días futuros y de una naturaleza diferente; a una malévola
coalición en los últimos días.
Aparte de la representación pictórica de Apocalipsis, otros pasajes del
N.T. tales como 2 Tes. 2: 3-10; 1 Tim. 4:1-3; 2 Ped. 2; Judas 11 predicen en
lenguaje claro el surgimiento y la ascendencia dentro de la Iglesia, de una
potenicia apóstata. Este se extiende por todo el mundo mediante la fuerza y el
engaño, notable por su justicia propia falsa, sus arrogantes blasfemas
pretensiones, usurpaciones de prerrogativas divinas y persecución del pueblo de
Dios.
En visión Juan vio una ramera y en su frente un misterio: MISTERIO,
BABILONIA LA GRANDE, LA MADRE DE LAS FORNICACIONES Y DE LAS ABOMINACIONES DE LA
TIERRA. La "Gran Ramera" es la "gran ciudad" que reina
sobre los reyes de la tierra asentada sobre siete montes. Su nombre era
"Babilonia" . Juan la vio sentada sobre una bestia bemeja (el Papado)
que tenía siete cabezas y diez cuernos. Estaba vestida de púrpura, escarlata y
piedras preciosas, el pago de su adulterio. Era madre de abominaciones (falsas
doctrinas y mentiras, vea Zar. 5:6-10) y ebria de la sangre de los santos (por
sus persecuciones). Los horrores de la Inquisición, (una de tantas
persecuciones de la ramera) ordenadas por Roma, fueron más brutales y malévolos
que las persecuciones romanos. La ramera es "Madre" de
"fornicaciones y abominaciones". Sus hijas son aquellas que reconocen
su supuesta "autoridad" . Las siete cabezas eran siete reyes de los
cuales cinco habían caído. Los diez cuernos eran diez reyes que aún no habían
recibido reino.
La ramera es Babilonia y Babilonia es la ramera. La mujer y la ciudad son
símbolos para la misma cosa. Juan la llama ramera porque ha prostituido la
verdad de Dios por mentiras y tesoros de hombre. En el Antiguo Testamento, Dios
usó el símbolo de una "ramera" para comparar a su iglesia, cuando se
unió con los paganos (Isaías 1: 21).
La iglesia que estableció Cristo se corrompió y prostituyó al aceptar en su
seno doctrinas y prácticas paganas. Este adulterio de la Iglesia con el mundo
al que se le llama "Babilonia", en su totalidad está condenado.
Cuando cae Babilonia, el Cielo entero resuena de aleluyas (19:1-5). Luego
siguen las alegres notas de la procesión nupcial, mientras el Cordero celebra matrimonio con su Esposa verdadera, la Jerusalén Celestial.
"Ramera" indica la clase de mujer que es en contraste con la otra
mujer que también es presentada como una ciudad (21: 2, 9, 10). La "Esposa
del Cordero" es la "Nueva Jerusalén," la "Santa
Ciudad". Ambas tienen dueños, una mujer pertenece a la Bestia, la otra al
Cordero.
Una es inmunda, la otra pura. Una se viste de escarlata, la otra de lino
fino. Una está sentada sobre un trono de esplendor mundano; la otra, perseguida
y escondida en el "desierto". Una está destinada a la condenación, la
otra a la gloria eterna. La Iglesia aparece primero como una mujer pura. Luego
ella adultera, y se venden al mundo por poder y riquezas.
La desviación del propósito divino (predicar el Evangelio salvador al
mundo) por anhelar el poder mundanal, comenzó a manifestarse en escala amplia
dentro de la Iglesia en el 4to siglo. Cuando el Imperio
Romano cesó de perseguir a la iglesia e hizo del cristianismio la religión
oficial del estado, entonces la Iglesia dejó de testificar por Cristo y se
convirtió en una entidad que usurparía para sí la autoridad que no le
pertencecía. Se convirtió en la bestia que Juan vio.
Las blasfemias incluyen a las pretensiones de infalibilidad papal, la
supuesta autoridad para perdonar pecados, de conceder indulgencias, el rapto,
la predestinación, la inmortalidad del alma, el espiritismo, el domingo como
día de adoración y otras. La guerra contra los santos se interpreta como
referencia a las persecuciones contra los hijos de Dios. Estas incluyen las papales
de la Edad Media y de comienzos de la Reforma en las cuales algunos
historiadores han calculado que perecieron más de 50,000,000 mártires a manos
de Roma papal, lo cual constituye uno de los capitulos más crueles y brutales
de la historia de la humanidad. Los 42 meses ó 1260 días se toman como 1260
años, la duración aproximada del Papado como potencia mundial, del siglo 6to al 18vo.
Babilonia será juzgada por la Ley de Dios. Su uso del poder civil para
imponer su credo en vez del amor de Jesús y su proliferación de mentiras y
engaños es otra manifestación de su adulterio con el mundo ante los ojos de
Dios.
El Papado no ha sido único pecador, sino el más prominente en la historia
de la iglesia. Pero el espíritu de Babilonia vive en las iglesias protestantes,
y dondequiera que se rechace la Palabra de Dios por inventos humanos. La
mundanalidad, el orgullo, el deseo por el poder, y el abandono de la fe antigua
por comodidades mundanales, indican que Babilonia aún vive. Babilonia vivirá un
poco más pero el Dios Altísimo ha declarado que caerá en la batalla del
Armagedón.
Israel
Literal
|
Característica
|
Israel
Espiritual
|
Jer.
50:33,34
|
Perseguido
por Babilonia
|
Apoc. 17:6
|
Dan. 3:13
|
Obligados
a adorar una imagen
|
Apoc.
13:15
|
Dan. 4:30
|
Llamada
Babilonia la Grande
|
Apoc. 17:5
|
Jer.
51:13,14
|
Babilonia
está sentada sobre muchas aguas
|
Apoc. 17:1
|
Isa.
44:27,28
|
Se seca el
río Eúfrates para su rescate
|
Apoc.
16:12
|
Jer.
51:6-8
|
Llamado a
salir de Babilonia
|
Apoc. 18:4
|
Isa. 45:1
|
El
libertador se le llama "el Ungido"
|
Dan. 9:25
|
Isa.
41:2,25
|
Los
libertadores vienen del "este"
|
Mateo
24:27; Rev. 7:2
|
Babilonia en la Historia
Babilonia data de los principios de la civilización en la antigua
Mesopotamia. Fue fundada por Nimrod como centro de su gobierno, y fue el lugar
donde se construyó la torre de Babel. De acuerdo con Génesis 11:9, el nombre
Babel significa confusion, y probablemente se deriva del hebreo Balal. La ciudad fue el centro de gobierno de varias dinastías, incluyendo a los
amontas o amorreos, a la que perteneció Hamurabi, autor de un famoso código
legal. Continuó siendo un importante centro religioso y cultural durante el
tiempo del imperio de Asiria y luego volvió a ser una monarquía independiente y
la cabeza de un poderoso imperio durante el tiempo de Nabopolasar y Nabucodonosor.
Durante el reinado de este último, quien construyó los famosos jardines
colgantes, Babilonia llegó a tener un perímetro de unos 16 km, convirtiéndose
posiblemente en la ciudad más grande de la antiguedad En el 597 a. C.,
Nabucodonosor y sus ejércitos invadieron Palestina y capturaron la ciudad de
Jerusalén.
Tomaron a gran parte de la población como prisioneros y los sometieron al
exilio en Babilonia. En el 586, once años más tarde, los babilonios regresaron
a Jerusalén para poner fin a las rebeliones de los judíos y de su monarca y
destruyeron el templo, el palacio real y asesinaron o deportaron a la mayoría
de los habitantes que quedaban en la ciudad.
Babilonia en la
Escrituras
En la Biblia, la palabra Babilonia aparece mayormente en el Génesis, en las
profecías escritas en el tiempo de Nabucodonosor y en el Apocalipsis. El
capítulo 11 de Génesis destaca los motivos que influyeron en la edificación de
la torre de Babel 'Vamos -dijeron los antiguos-, edifiquémonos una ciudad y una
torre, cuya cúspide llegue al cielo; y hagámonos un nombre, por si fuésemos
esparcidos sobre la faz de toda la tierra" Fue claramente notoria su
intención de colocar toda su confianza en las obras humanas y de rebelarse
contra el deseo de Dios de que se esparcieran y poblaran la Tierra. Isaías 14:4
se refiere al "opresor... la ciudad codiciosa de oro" y alude al rey
de Babilonia en términos que claramente se refieren también a Satanás (ver
versículos 12 al 14).
Jeremías profetizó su destrucción: "He aquí que será la última de las
naciones; desierto, sequedal y páramo... porque pecó contra Jehová".
Haciendo eco a las palabras de Jeremías, Apocalipsis 14:8 proclama: "Ha
caído, ha caído Babilonia, la gran ciudad, porque ha hecho beber a todas las
naciones del vino del furor de su fornicación". Más adelante, Babilonia
aparece como la "gran ramera", "Babilonia la grande, la madre de
las rameras y de las abominaciones de la tierra", representada por una
mujer vestida de púrpura y escarlata. En el Apocalipsis, Babilonia adquiere un
significado simbólico que va claramente más allá de la realidad histórica.
Cuando se escribieron estas profecías sólo quedaban las ruinas de Babilonia.
Las imágenes que se presentan hablan de una influencia pecaminosa que corrompe
a todas las naciones de la tierra. "Salid de ella, pueblo mío -se nos invita-, para que no seáis partícipes de sus
pecados, ni recibáis parte de sus plagas; porque sus pecados han llegado hasta
el cielo, y Dios se ha acordado de sus maldades" . Este es un
llamado de misericordia de Dios: una invitación a abandonar el error y abrazar
la verdad; a desistir del pecado y buscar la santidad. Dios ama a aquellos a
quienes llama, y él llama a todos.
La profecía alude a Babilonia como la fuente de una influencia contaminante
que se opone a Dios y a su verdad. Parece ser también un sistema de salvación
ajeno al de Dios que ha persistido desde el comienzo de la historia. Es posible
identificar instituciones humanas de antaño y de la actualidad, especialmente
de carácter religioso, que se han ajustado a las características de la
Babilonia simbólica de la profecía, pero el "concepto" de Babilonia
no se limita a esto.
Características de
Babilonia
En esencia, los elementos distintivos de la Babilonia profética son: (1) La
salvación por las obras humanas, aparte de Dios, (2) la rebeldía contra la
voluntad de Dios, y (3) la capacidad de confundir y contaminar a todo el mundo
con sus doctrinas espurias, que desconocen o tergiversan verdades de las
Sagradas Escrituras. Cualquier manifestación de estos elementos de error y
confusión puede considerarse como producto de la influencia babilónica. Bajo el
nombre de religión también se presentan numerosas doctrinas sospechosamente
paganas.
Están obteniendo popularidad la brujería, las ideas de la Nueva Era, y las
antiguas religiones de los indios americanos y las culturas africanas. Existe
un notable resurgimiento de la adoración de la naturaleza en la figura de una
diosa llamada -entre otras cosas- Madre Tierra. Mientras que el Dios
de la Biblia es trascendente, esta "diosa" se encuentra dentro de
cada ser humano y en cada cosa de la naturaleza. En los Estados Unidos,
comisiones de las iglesias presbiteriana, episcopal y metodista han recomendado
a sus respectivas denominaciones que se acepten las relaciones entre
homosexuales. Unido a estos fenómenos, religiones falsas están literalmente
empobreciendo a sus adherentes por medio de pedidos continuos y exagerados de
dinero.
¿Estamos presenciando un resurgimiento de Babilonia? Es cierto que las
ruinas de la antiquísima metrópoli se están levantando lentamente, pero esta no
es la Babilonia que nos preocupa más. La otra, la espiritual, es la que parece
tomar nuevas fuerzas y arrastrar consigo a un número creciente de personas. La
confrontación entre el bien y el mal recrudece, pero aún tenemos la oportunidad
de escoger cuál ha de ser nuestra afinidad espiritual. ¿Seremos contaminados
con el error que nos corrompe y aparta del Señor, o decidiremos salir de
Babilonia y convertirnos en hijos de Dios y ciudadanos de la otra gran ciudad
espiritual: la Nueva Jerusalén? El camino de Dios está trazado para nosotros en
las Sagradas Escrituras. Toda otra senda puede conducirnos al fracaso y a la
perdición eterna.
Jorge Dimov; Osvaldo
Jorge Capello; Beatriz Caso de Leveratto; Vera Neuman;
Rafael Alberto
Retondano; Stella Maris Silvani de Capello; R. Horacio Etchegoyen*
* Médico, Posadas 1580,
Buenos Aires
Resumen
Este trabajo se base en la
aplicación de las técnicas del psicoanálisis para develar ese fenómeno cultural
que es el tango, relacionado
con la sexualidad y los procesos
inconscientes. Expresa –a modo de introducción– una breve historia de su
nacimiento, de las
posibles vertientes
terminológicas de su nombre, de sus principales creadores e intérpretes y de su
clasificación temporal en tangos
de la Vieja Guardia –donde reinaban argumentos festivos de los años del
centenario, expresados en comportamientos que denotan
sexualidad y amor– y tangos de
la Guardia Nueva –que enunciaban el gran desconcierto debido al
derrumbe inminente del país por
la crisis de los años treinta,
la denuncia del materialismo, la caída de los grandes ideales que desembocaron
en un marcado pesimismo
y que derivaron en sentimientos
de soledad y de abandono–. A partir de esto, mediante la utilización de las
herramientas
que provee el psicoanálisis
aplicadas a las letras de tango, se pasa a develar los procesos inconscientes
del drama de sus protagonistas:
el inmigrante, ilusionado y a la
vez nostálgico por la pérdida de la ‘madre patria’; el porteño, invadido por
los inmigrantes y
teniendo que darles cabida como
nuevos compatriotas; el habitante de ‘tierra adentro’, que fue arrastrado a la
ciudad por las nuevas
condiciones de la vida rural, y el
conventillo, como espacio en el que se alcanzó la integración de esos grupos.
Como en una
paleta de pintor, que contiene
los diversos colores y matices, aparecen las interpretaciones acerca de la
nostalgia, la congoja, la soledad,
la relación con la madre
abandónica, la rivalidad con el padre, la relación entre los géneros, el
machismo, el enamoramiento,
la identidad, el miedo a morir,
el nacer a una nueva vida, el pasaje del ‘gaucho’ al ‘guapo’...
Con permiso, soy el
tango...
Yo soy el tango que llega
por las calles del
recuerdo.
¿Dónde nací? Ni me
acuerdo,
en una esquina
cualquiera.
Una luna arrabalera
Y un bandoneón son
testigos.
Yo soy el tango
argentino.
Donde guste y cuando
quiera
En este trabajo nos proponemos aplicar el instrumento psicoanalítico
a la comprensión del
tango. El tango sólo puede
abarcarse a partir de múltiples disciplinas convergentes, desde la estética a
la sociología, desde la cultura a la historia, desde la política a la economía.
En ese conjunto también debe incluirse el psicoanálisis, en cuanto intento de
explorar lo inconciente y la sexualidad en este sorprendente
fenómeno artístico que es el
tango argentino. El tango es música, es poesía, es danza. En suma,es arte y
arte popular. El arte es belleza y representa un valor que satisface una
necesidad; de allí su significado
social. La palabra ‘tango’ es,
en sí misma, un misterio, y son muchas las propuestas que tratan de definirla. hueso
o piedra que se usa en el juego de este nombre; otros la derivan del baile de
los negros y algunos del verbo latino tangere, tocar y
palpar, porque consideran que lo distintivo
del tango es el contacto
corporal de la pareja que lo baila. Tango puede ser, también, una derivación
de ‘tambó’, lugar en que se
hacinaban los negros esclavos y se reunían en momentos festivos. José Gobello
se inclina a pensar que el tango es una africanización de la mazurca y la
milonga campera, que adquirirían un ritmo diferente y peculiar.
El tango como expresión
artística recorre distintos caminos: la música, la poesía y la danza. En cuanto
valor social, la letra del tango
expresa el amor, la nostalgia y la tristeza, así como también, aunque menos,
la alegría y la crítica social. Si
bien la historia del tango es compleja y puede
rastrearse hasta mediados del
siglo XIX, hay consenso en que comienzó hacia 1902 cuando Villoldo escribió
El choclo, y sufrió un vuelco cuando, en 1917, Gardel cantó Mi noche triste. Es la divisoria de aguas
entre la Guardia Vieja y la
Guardia Nueva, entre el tango alegre y confiado de los comienzos del siglo
XX y el tango canción y
sentimental de los años
veinte. Hay que agregar, sin
duda, como una tercera etapa, el tango de Astor Piazolla de la segunda mitad
del siglo pasado. La Guardia
Vieja tuvo como principales protagonistas
a Ángel Villoldo, Juan Maglio (Pacho), Vicente Greco, Rosendo Mendizábal, Enrique Saborido, Alfredo
Gobbi, Ernesto Ponzio (el Pibe), Agustín Bardi y
Eduardo Arolas, que proponían un
tango para escuchar y bailar, en que la letra no existe o es subsidiaria.
Es el tango que reinó en los
suburbios de Buenos Aires y Montevideo y tiene alusiones muy claras, y a veces
excesivas, a la sexualidad y al amor. El tango más antiguo que se conoce –y que
se toca actualmente–
es del pianista Rosendo
Mendizábal (el Negro
Mendizábal) y se titula El entrerriano, de 1897; pero es El choclo el más
representativo de la Guardia Vieja. La demarcación entre Guardia Vieja y
Guardia Nueva nunca es nítida, aunque tampoco pueda borrarse.
Tal vez Agustín Bardi es un ejemplo, en cuanto
algo de su
valiosa y rica producción puede
asignarse sin esfuerzo a la Guardia Vieja (como
Lorenzo, escrito en honor
de Eduardo Arolas, cuyo nombre
de pila era Lorenzo),
mientras que La última cita tiene el sello indudable del
tango canción. Gallo ciego, otro tango fundamental de
Bardi, parece oscilar entre lo
viejo y lo nuevo.
Con el tango canción, la
sexualidad y el amor siguen
presentes; pero más como
expresión del fracaso
y de la pérdida que de la
alegría y el placer.
Mi noche triste expone en primer plano la tragedia de
un hombre abandonado por su
mujer; pero también
simboliza el drama del
inmigrante que perdió su madre
patria. El tema musical, Lita, de
Samuel Castriota,
se convirtió por la magia
poética de Pascual Contursi
en este tango inmortal, que
también significa el ascenso
de Carlos Gardel a un lugar
inigualable. Gardel lo
grabó para Odeón en 1917, lo
cantó en el teatro Esmeralda
ese mismo año y volvió a
grabarlo en 1930. Son
innumerables las versiones de Mi noche triste, que figuran
en el repertorio de todas las
grandes orquestas y de
los más destacados cantores
desde entonces. Podemos
mencionar a Alberto Gómez, a
José Basso con Fiorentino,
a Florindo Sassone con Jorge
Casal, a Aníbal Troilo
con Edmundo Rivero y a
muchísimos más.
Recordemos la primera estrofa de
este canto:
Percanta que me amuraste
en lo mejor de mi vida,
dejándome el alma herida
y espina en el corazón,
sabiendo que te quería
que vos eras mi alegría
y mi sueño abrasador,
para mí ya no hay
consuelo
y por eso me encurdelo
pa’ olvidarme de tu amor.
Pascual Contursi es un poeta
sentimental, su verso
es fluido, plástico; y maneja
con discreción y en
forma precisa el lunfardo. Si
nos atenemos al bello y
documentado libro histórico de
Lucía Gálvez y Enrique
Espina Rawson, Romances de tango (2002), Pascual
Contursi, un impenitente
bohemio, abandonó a
su mujer, Hilda Briamo, y a sus
hijos (entre ellos José
María, que fue con el tiempo
otro gran letrista del
tango) en 1913, es decir poco
antes de escribir la letra
de Mi noche triste. De esto se sigue, para el psicoanálisis,
que el poeta usó el mecanismo de
proyección
para componer su tango, donde él (y
no su mujer) sufre
el abandono.
Horacio Salas (1986) afirma, con
razón, que Pascual
Contursi puede ostentar con
justicia el título de
inventor del tango canción, ya que
transforma una
danza en una crónica, en un
relato, que expresa con
sencillez y hondura el
sentimiento del hombre común,
su dolor, su frustración y su
angustia. Agreguemos
que en esta frustración y en
esta angustia el poeta
también expresa el complejo de
Edipo, con una
madre inaccesible que se aleja y
hunde al hombre en
la angustia de castración, con
la guitarra (el pene)
colgada del ropero y la
impotencia para hacer vibrar
sus cuerdas. La guitarra también
representa, por cierto,
a la mujer y a la madre.
Como dice Mario Benedetti
(1992), al bailar el
tango los cuerpos se conocen y
se comunican concreta
y directamente. El abrazo del
tango es, fundamentalmente,
una comunicación erótica, aunque
el
baile también es una expresión
de rivalidad y destreza
frente a los otros bailarines.
No se puede comprender
cabalmente al tango sin
referirse al fenómeno
inmigratorio que sucedió en
nuestro país desde mediados del
siglo XIX y, principalmente,
desde 1880 a 1920.
Los inmigrantes llegaron en gran
cantidad y desde
diversas regiones del mundo con
la ilusión de una vida
mejor, de “hacerse la América”;
pero traían también
la nostalgia de su patria de
origen y enfrentaban
las dificultades de su inserción
en un nuevo país. Si
queremos comprender a estos
inmigrantes con el esquema
de Melanie Klein (1952),
podremos decir que
en ellos se mezclaban las
angustias depresivas por la
patria (= madre) perdida, con
las angustias persecutorias
que los amenazaban en su
adaptación. Los argentinos,
los criollos, también
reaccionaban con estos
dos tipos de angustias, al
sentirse invadidos desde
afuera por los inmigrantes
(angustias persecutorias)
y teniendo que darles un lugar
como nuevos
compatriotas (angustias depresivas).
Donde más se alcanzó la
integración de los argentinos
y los inmigrantes fue en el
conventillo, en el
que vivían los porteños pobres,
junto con los que llegaron
del campo a la ciudad
(arrastrados por las nuevas
condiciones del trabajo rural) y
los inmigrantes.
El tango los unió a todos en el
abrazo simbólico de la
danza, del canto y de la música.
Este abrazo, como
señala Dimov (2003), era a la
vez sexual y fraternal.
En un trabajo reciente, dos
sociólogos de la Universidad
de Constanza, Silvana Figueroa y
Jochen Dreher
(2002) sostienen que, a partir
de la última y grave crisis
argentina de 2001, ha vuelto a
resurgir el tango
como baile que representa
simbólicamente una fusión
que intenta reforzar la cohesión
en la vacilante
sociedad argentina.
El ambiente festivo de los años
del centenario se encarnó
en la Guardia Vieja; pero, hacia
1920, la pobreza
del conventillo se expresó en el
tango canción, que estaba
anunciando la crisis de los años
treinta, con sus
ollas populares y su miseria,
con el derrumbe inminente
de un país, que había de contar
poco después su desesperación
en las letras de Enrique Santos
Discépolo,
llenas de amargura y
escepticismo por la “década infame”,
posterior a la “Revolución del
Treinta”, que cambió
un gobierno constitucional por
un régimen militar.
Discépolo inició su producción
en 1926 con ¡Que va
chaché!, que denuncia el materialismo y la caída de los
ideales, mostró el desconcierto
en ¿Qué sapa, Señor?
(1931), la soledad y el abandono
en Yira... yira (1929) y
su amargo pesimismo en Cambalache, escrito en 1934,
en plena década infame.
Hay que consignar que la mitad
de los esperanzados
emigrantes volvió a su tierra
natal con la marca
de la derrota, mientras que los
que quedaron se fueron
asimilando a la cultura
argentina para construir
un país versátil, de compleja
estructura, lleno de soledad
y de trabajo, duro y desparejo.
En Tinta roja, el tango de Cátulo Castillo y Sebastián
Piana (1941), se expresa
bellamente la nostalgia
del inmigrante por su patria
lejana:
Y aquel buzón carmín.
Y aquel fondín
donde lloraba el tano
su rubio amor lejano
que mojaba con bon vin.
En este tango, como en muchos
otros, se expresan
la nostalgia y la congoja del
inmigrante con patética
claridad al evocar a la rubia
lejana y, al mismo tiempo,
la niñez y el lugar cultural en
que transcurrieron
los primeros años de su vida. El
mismo tango enlaza
la añoranza de la patria lejana
con la de los años perdidos
de la infancia y se pregunta:
¿Dónde estará mi arrabal?
¿Quién se robó mi niñez?
¿En qué rincón, luna mía,
volcás, como entonces,
tu clara alegría?
Los mismos sentimientos ya expresaba
La violeta,
de Nicolás Olivari y Cátulo
Castillo en 1929:
Con el codo en la mesa
mugrienta
y la vista clavada en un
sueño,
piensa el tano Domingo
Polenta
en el drama de su
inmigración.
Y en la sucia cantina que
canta
la nostalgia del viejo
paese
desafina su ronca
garganta
ya curtida de vino
carlón.
Junto a las expectativas
esperanzadas que frecuentemente
conducen a la migración
confluyen sentimientos
de dolor y añoranza por la
patria y la niñez
perdidas. Desde un punto de
vista psicoanalítico podemos
comprender que, cuando el duelo
por todo lo
perdido se hace intolerable,
sobrevienen mecanismos
esquizoparanoides que niegan la
pérdida e idealizan
lo perdido.
El mecanismo de la idealización
niega rotundamente
que la patria lejana es,
también, una madre
que no dio, ni contuvo a quien
la dejó. En este sentido,
la emigración es una experiencia
traumática
que se repite constantemente en
contextos diversos,
que pueden comprenderse en su
unidad radical para
el inconciente. La patria que
deja el emigrante y la
mujer que abandona (amura) son el mismo fenómeno,
como lo son también la migración
del campo a
la ciudad y del arrabal al
centro.
Más allá de los factores
socioeconómicos que
provocan estas migraciones
externas o internas, el
psicoanalista encuentra con facilidad
el inconciente,
con su complejo de Edipo, la
rivalidad con el
otro varón, el padre, y la
relación con la madre y su
pecho. Como nos enseñó Freud en Duelo y melancolía
(1917), el objeto perdido se
introyecta, “la sombra
del objeto cae sobre el yo” y sobreviene
la melancolía.
La migración se acompaña siempre
de un fenómeno
transcultural que en el tango se
expresa en dos
elementos fundamentales: la
nostalgia por la tierra
abandonada y el sentimiento de
soledad, experimentado
por el hombre que, por lo general,
llega solo y
después hará venir a su mujer o
la olvidará. El hombre
del tango, el hombre de
Corrientes y Esmeralda,
es el que tipifica con mano
maestra Raúl Scalabrini
Ortiz en El hombre que está solo y espera (1931), aunque
allí se pone el acento en lo
social y lo político
más que en lo individual.
Cabe notar que, con la
inmigración, cambia la
composición demográfica de
Buenos Aires y aparece
una notoria asimetría numérica
entre los géneros:
por cada mujer, siete hombres.
Éstos tienen que desplegar
su virilidad para conquistar a
esas escasas mujeres
y para retenerlas a su lado. De
allí surge el peligro
de ser abandonado, que aparece
manifiestamente
en Mi noche triste y en numerosos tangos de la época.
El riesgo de la traición y el
engaño, expresiones de
la ansiedad paranoide, están muy
presentes en las letras
de los tangos, lo mismo que el
duelo por el objeto
abandonado.
Nosotros pensamos que esta
condición demográfica
se junta a la pérdida de la
madre patria, cuando
no de la esposa que no pudo
acompañarlo. Si la pena
del emigrante es muy grande y la
posibilidad de
traer a su mujer se malogra,
surgen los mecanismos
esquizoides y maníacos que
dividen el objeto imaginario
en dos, bueno y malo, idealizado
y persecutorio.
La mujer que encuentra el
inmigrante en el exilio
puede ser denigrada, convertida
en traidora, cosi-
2ficada, con lo que aumenta el machismo, glorificado
en un gran número de tangos.
No es de extrañar entonces que
el malevo, arquetipo
del macho poderoso y
autosuficiente, tenga
una peculiar actitud frente al
enamoramiento.
Se siente amenazado en su
masculinidad y cree que
el amor le hará perder su
prestancia de guapo. Se ve
dominado más que amado por esa
mujer que, con
sus encantos, le ha hecho
perder, paradójicamente,
su virilidad.
Es el drama que canta Discépolo
en la letra del
tango Malevaje, de Juan de Dios Filiberto (1928). Allí,
el enamorado se siente
desvalido, despojado de su
guapeza y surge el miedo a la
muerte, que lo expone
al peligro de no volver a ver
más a su amada:
Decí, por Dios, ¿qué me
has dao,
que estoy tan cambiao,
no sé más quién soy?
El malevaje extrañao,
me mira sin comprender...
Me ve perdiendo el cartel
de guapo, que ayer
brillaba en la acción...
¿No ves que estoy
embretao,
vencido y maniao
en tu corazón?
El amor le hace perder su
identidad de varón, le
hace sentir miedo, le hace
pensar en la muerte.
Encontramos este mismo conflicto
en Araca la cana,
el tango de Enrique Delfino y
Mario Rada (1933)
en que el amor se convierte en
prisión y los ojos de
la amada son dos puñales (=
pene), que penetran y
sojuzgan al varón:
Ojazos oscuros
profundos y bravos,
tajantes y fieros,
hieren al mirar,
con brillo de acero,
me van a matar;
de miedo, al mirarlos,
el cuore ha fayao.
Araca la cana...
ya estoy engrillao.
Como expone Freud (1926) la
angustia surge del
conflicto estructural entre el
yo, que quiere amar, y
el superyó que amenaza con la
castración.
El drama del inmigrante se
reproduce con signo
contrario cuando es el porteño
que se va a conquistar
París y fracasa, sin poder volver.
Es el tema de Anclao
en París, el tango de Guillermo Barbieri y Enrique
Cadícamo (1931):
Tirao por la vida de
errante bohemio
estoy, Buenos Aires,
anclao en París;
curtido de males,
bandeado de apremios,
te evoco desde este
lejano país.
Contemplo la nieve que
cae blandamente
desde mi ventana que da
al bulevar.
Las luces rojizas con
tonos murientes,
parecen pupilas de
extraño mirar.
Las luces rojizas de esta
estrofa aluden al nacimiento
y la muerte. No olvidemos que
París es, para
la mitología argentina, el lugar
de donde vienen los
bebés; quedar ‘anclao en París’
es no nacer, es morir,
y así lo expone Cadícamo:
¡Quién sabe una noche me
encane la muerte
y... chau, Buenos Aires,
no te vuelva a ver...!
Podemos afirmar, también,
siguiendo estas líneas de
pensamiento, que las ‘luces del
centro’ expresan en
muchos tangos el afán de nacer a
una nueva vida y, al
mismo tiempo, la nostalgia de la
anterior, es decir el
vientre de la madre. Este drama
aparece reiteradamente
en la niña que deja el barrio
encandilada por el centro,
que, después, sanciona su
destrucción. El paradigma
de esta tragedia es Milonguita, el recordado tango de
Enrique Delfino y Samuel
Linning, donde la desdichada
Estercita daría toda su alma por
vestirse de percal.
Como dice Dimov (1988) el miedo
(angustia) frente
a la mujer como el objeto de
amor de las pulsiones
genitales provoca la angustia señal (Freud, 1926), frente
al superyó paterno que amenaza
con la castración.
Hanna Segal (1995) afirma que el
artista combina la
capacidad simbólica para expresar
las fantasías con la
percepción de la realidad. Esto
se observa en las grandes
creaciones del tango, donde el
mundo interno del
compositor coincide con la
realidad de la sociedad
porteña. Cuando se logra esta
síntesis aparece el simbolismo
verdadero, producto de la
posición depresiva,
que Hanna Segal distingue de la
ecuación simbólica,
propia de la posición
esquizo-paranoide, en que no
pueden tolerarse la separación y
el duelo por la pérdida.
El símbolo verdadero, afirma
Segal, se utiliza para
aceptar y superar la pérdida y
no para negarla.
En el tango Cafetín (1946), de Argentino Galván,
la letra de Homero Expósito
expresa la situación
emocional del inmigrante, que
añora su patria idealizada
y lejana:
Cafetín,
donde lloran los hombres
que saben el gusto
que dejan los mares.
Cafetín
y esa pena que amarga
mirando los barcos
volver a sus lares...
Yo esperaba
porque siempre soñaba
la paz de una aldea
sin hambre y sin balas.
Cafetín,
ya no tengo esperanzas
ni sueño, ni aldea
para regresar.
Una bella expresión del
simbolismo aparece en La
violeta, de Nicolás Olivari y Cátulo Castillo, ya comentado,
que dice:
Canzoneta del pago lejano
que idealiza la sucia
taberna
y que brilla en los ojos
del tano
con la perla de algún
lagrimón...
La aprendió cuando vino
con otros
encerrado en la panza de
un buque,
y es con ella, metiendo
batuque,
que consuela su
desilusión.
Estos versos simbolizan plásticamente la fantasía
24de nacimiento, donde la panza del buque es el vientre
de la madre y la llegada del
inmigrante a Buenos
Aires es el nacimiento o, mejor,
el renacimiento a
otra vida.
La desilusión que significó para
muchos el nuevo
mundo alude, sin duda, al trauma
de nacimiento y al
encanto de la vida prenatal, con
la identificación de
la vida intrauterina y el
contacto directo (vía placentaria)
con la madre.
El tango registra también estos
fenómenos de renacimiento
en las migraciones del campo a
la ciudad
y del suburbio al centro.
En sus Nuevas aportaciones al psicoanálisis de los
sueños (1970), Ángel Garma destaca la importancia
del deslumbramiento, de la luz,
en el trauma del nacimiento,
tomando en su sentido literal la
común expresión
‘dar a luz’.
Renacer a una vida mejor se
expresa en numerosas
letras de tango donde las luces de Buenos Aires atraen
a los que están sumidos en la
obscuridad del suburbio
(o del campo), encandilados por
una vida mejor.
Estas luces del centro se
describen en el tango con
sus valores positivos (una vida
mejor) y negativos
(soledad, fracaso), que
estimulan la regresión al útero,
que tan bien estudió Ferenczi
(1925).
La migración del campo a la
ciudad, que se expone
en muchos tangos, expresa el
pasaje del gaucho al
compadrito. Paradigma de este
drama es Tomo y obligo,
de Carlos Gardel y Manuel Romero
(1931), que
Gardel cantó como nadie en Luces de Buenos Aires, filmado
en París por el sello Paramount
en 1931. Un
tango sobresaliente que no sólo
cantó Gardel sino
también Charlo, Ángel Vargas con
la orquesta de Ángel
D’Agostino y muchos más.
Tomo y Obligo narra el dolor de un hombre que es
más gaucho que guapo y ve cómo
la ciudad encandila
a su mujer y termina por
envilecerla:Tomo y obligo; mándese un
trago
que hoy necesito el
recuerdo matar.
Sin un amigo, lejos del
pagoquiero en su pecho mi pena volcar.Aquí
el tango, que es esencialmente un fenómenociudadano, se nutre con el idioma del
gaucho y lospastos del campo argentino.Beba conmigo, y si se empañade vez en cuando mi voz al cantar,no
es que la llore porque me engaña,yo sé que un hombre no debe llorar...Si los
pastos conversaran, esa pampa le diría... El hombre de Tomo
y obligo expresa el conflicto delgauchoque
llega a la ciudad, que es metafóricamentela mujer que engaña, que maltrata al
gaucho queno comprende los códigos de la ciudad y cae muchasveces en las garras
de los estafadores, que le vendenfácilmente un buzón. El drama del inmigrante
quellega a Buenos Aires es el mismo que el del hombrede campo que emigra a la
gran ciudad. La expresiónlunfarda ‘guapo’ deriva de gaucho y ésta a su vez de
‘guacho’, el que pierde a sus
padres, el huérfano.Como síntesis final, podemos decir que este trabajo
propone una comprensión
psicoanalítica de algunosfenómenos y aspectos vinculados al origen del
tango y a su evolución en la
cambiante sociedad argentina de comienzos del siglo XX.
Córdoba y el paisaje
Si
bien para algunos escritores cordobeses es odiosa su validación meramente
circunscripta al “color local” y su difusión posterior en antologías regionales
(cuestión que incluso lleva a discutir por qué hacemos un curso de “literatura
cordobesa” y sería casi ilógico pensar en un curso de “literatura bonaerense”,
ya que la literatura producida en la capital ingresa sin mediaciones como
simplemente “literatura argentina”) hay algo de cierto en esto de que “pinta tu
aldea y pintarás tu mundo” y que más bien tiene que ver con lo inverso “pinta
tu mundo y pintarás tu aldea”. En este sentido, tomando con pinzas el fervor
localista, creemos que todo texto funciona como discurso “situado” habida
cuenta de su inscripción geocultural (el “suelo” dotado de significado),
recuperando las nociones de Pablo Heredia, aún cuando no haga referencia e
incluso conscientemente se niegue a dar cuenta de su condición geográfica
discursiva, hecho que hace a un escritor cosmopolita como Borges ser símbolo de
nuestra impronta argentina. Retomando nociones de Lotman sobre la
“semiótica de la cultura”, se habla del texto como un entramado de significados
referenciales (históricos, sociales, económicos, etc.) que
estructura un discurso literario orientado estética y culturalmente
a través de una visión del mundo presente en la voz narrativa de un sujeto
cultural. El texto circula socialmente en una región determinada, es expresión
de un sistema cultural que se inserta en un macrouniverso mayor: la cultura (1),
en este sentido todo discurso es regional.
El
problema es que sigue reinando una hegemonía que excluye a la “literatura
nacional” su inscripción como “literatura regional”.
Está claro que es más fácil
teorizar sobre las huellas regionales en discursos que se sustentan fuertemente
en ellos, el caso de las leyendas, los cancioneros populares, los romances de
Lugones, algunas novelas de Capdevilla, de Hugo Wast, de Filloy e incluso de
escritores no nacidos en “estos pagos” pero “adoptados” como Daniel Moyano.
¿Cómo la poética de muchos autores
cordobeses guarda directa relación con el suelo que los contiene inicialmente?
Par Berque, el
paisaje es sobre todo un concepto fruto de una construcción
cultural. No significa meramente un lugar físico o las
imágenes sobre él producidas, sino más bien puede definirse como el conjunto de una serie de de
ideas, sensaciones y sentimientos originados ante quien lo mira. Ello se elabora a partir de la
estimulación que ejerce una situación concreta ante una topografía determinada. La noción de paisaje reclama
también algo más: reclama una interpretación, la búsqueda de un carácter y sobre todo la presencia de una emotividad. Cuando hablamos de “imaginario” nos referimos a aquello que “funciona
sobre la base de las representaciones como una forma de traducir una imagen
mental, una realidad material o una concepción”. En la formación del imaginario
se sitúa nuestra percepción transmutada en representaciones a través de la
imaginación, “proceso por el cual la representación sufre una transformación
simbólica, por eso la fuerza creativa del imaginario yace en su carácter
dinámico y en la superación de la simple representación” (V. Hiernaux,
1996:20).
El caso de Lugones
es quizás el más emblemático, ya que como lo ha expresado Oscar Caeiro el
carácter de la geografía serrana, sus
dominios de infancia, está presente de una manera constante y significativa en su obra. Esta rehúye de la representación
literaria de un paisaje estereotipado y se concentra en una voz poética que, si bien con una especie de
frenesí o truculencia, revela un sentido singular de la naturaleza y
sus elementos junto
a la referencia tácita de lo humano. En su primer libro, Las montañas de oro, publicada en 1897 y escrito entre los veinte y
veintitrés años de edad, se advierte cierta retórica optimista de tono original y potente, como por ejemplo en “El
carbón”. Aunque no evoca de manera explícita referencias
concretas de parajes
serrano, hay en el texto una fuerte alegoría telúrica: “En el seno de la fragua
toda roja - como una garganta abierta - arde el negro corazón hecho pedazos,
corazón caliente y noble de los montes de
la tierra… Y del negro corazón de las montañas surgen quejas, que parecen
subterráneos murmullos…”.
La nostalgia de su
provincia natal está presente en las incontables y resonantes evocaciones
serranas dentro de la obra de Lugones,
como una especie reconcentrada meditación a través de la cual descubre el fondo del silencio. La naturaleza se
transforma en eternidad, en belleza, en ausencia, en indescifrable y eterno misterio. En El libro de los paisajes escrito en 1917, de tonalidad diversa y
más lírica, es donde el
poeta juega
magistralmente con imágenes y aliteraciones. También en esta obra no se
advierten referencias geográficamente
concretas pero contiene algunas visiones que permiten dar un paso más allá en
el desarrollo del tema. Con pasión
constructiva elabora casi en abstracto ciertas experiencias fundamentales que están en la base de su percepción del
paisaje, como por ejemplo la luz o el silencio:
Venía ya, por la
cañada amena,
La dulce luz de
palidez brillante
Como un agua dorada
por la arena
Rayó el sol los
linderos del levante;
Y abriendo
inmensamente el infinito,
Su triple haz de oro
se erigió, gigante,
En una excelsa prorrumpió
de grito.
El mundo reposa
conforme.
Domina en el cielo
rotundo
Un álamo verde y
enorme.
A través de
la calma y el silencio estival de la siesta serrana el autor quiere manifestar
la magnificencia límpida del paisaje y
lo que parece ser carente de sonido y movimiento queda enunciado con la riqueza
expresiva que lo caracteriza. A través
de un lenguaje directo, tierno y algo risueño Lugones consigue plasmar los
efectos visuales de su poesía modernista. Y esto lo resume así el poeta “En la
Villa María de Río Seco nací, y esto es todo cuanto diré de mí, pues yo no soy
más que un eco, del canto natal que traigo aquí” (Romances de Río Seco cuenta
la historia de una cautiva) . Además de Flores de Durazno
(cuento casi homónimo de la novela de Hugo Wast), el aspecto solitario,
desbordado de naturaleza y dotado de cierto misticismo propicia el clima
perfecto para el cuento “Un fenómeno Inexplicable”. Así también, la serranía se aclimata al sentir
de los personajes, rasgo típicamente del romanticismo en la novela de Wast (V.
“El amor de los pobres”). Pero quién mejor ha hablado de Córdoba que Daniel
Moyano, sin nombrarla siquiera: “Desde cualquier punto de vista, desde la
periferia, podía ver los monumentos de los héroes, cuyas formas, esfumadas por
la distancia, parecían imágenes grotescas. Un caballo como volando a veinte
metros de altura, con un hombre encima que señalaba, extendiendo un brazo,
algún punto previsible en algún lugar de la historia de los hechos allí
ocurridos a través del tiempo; un gran hombre de proporciones desmesuradas,
sobre un pedestal envuelto en una capa, en medio de una plaza redonda, leyendo
un grueso código del cual era autor, donde se analizaban con paciencia todas
las debilidades humanas y se preveían otras más lejanas; a pocos metros de
éste, un indio semidesnudo abría los brazos, como agradeciéndole la sabiduría
del código o, según decían algunos en son de burla, pidiéndole la capa porque
tenía frío” (De Una luz muy lejana).
Hace de esto once
años. Viajaba por la región agrícola que se dividen las provincias de Córdoba y
de Santa Fe, provisto de las recomendaciones indispensables para escapar a las
horribles posadas de aquellas colonias en formación. Mi estómago, derrotado por
los invariables salpicones con hinojo y las fatales nueces del postre, exigía
fundamentales refacciones. Mi última peregrinación debía efectuarse bajo los
peores auspicios. Nadie sabía indicarme un albergue en la población hacia donde
iba a dirigirme. Sin embargo, las circunstancias apremiaban, cuando el juez de
paz que me profesaba cierta simpatía. vino en mi auxilio.-Conozco allá -me dijo- un señor inglés viudo y solo. Posee una casa, lo
mejor de la colonia, y varios terrenos de no escaso valor. Algunos servicios
que mi cargo me puso en situación de prestarle, serán buen pretexto para la
recomendación que usted desea, y que si es eficaz le proporcionará excelente
hospedaje. Digo si es eficaz, pues mi hombre, no obstante sus buenas
cualidades, suele tener su luna en ciertas ocasiones, siendo, además, extraordinariamente
reservado. Nadie ha podido penetrar en su casa más
allá del dormitorio donde instala a sus huéspedes, muy escasos por otra parte.
Todo esto quiere decir que va usted en condiciones nada ventajosas, pero es
cuanto puedo suministrarle. El éxito es puramente casual. Con todo, si usted
quiere una carta de recomendación...
Acepté y emprendí acto continuo mi viaje, llegando al punto de destino
horas después.
Nada tenía de atrayente el lugar. La estación con su techo de tejas
coloradas; su andén crujiente de carbonilla; su semáforo a la derecha, su pozo
a la izquierda. En la doble vía del frente, media docena de vagones que
aguardaban la cosecha. Más allá el galpón, bloqueado por bolsas de trigo. A
raíz del terraplén, la pampa con su color amarillento como un pañuelo de
yerbas; casitas sin revoque diseminadas a lo lejos, cada una con su parva al
costado; sobre el horizonte el festón de humo del tren en marcha, y un silencio
de pacífica enormidad entonando el color rural del paisaje.
Aquello era vulgarmente simétrico como todas las fundaciones recientes.
Notábase rayas de mensura en esa fisonomía de pradera otoñal. Algunos colonos
llegaban a la estafeta en busca de cartas. Pregunté a uno por la casa
consabida, obteniendo inmediatamente las señas. Noté en el modo de referirse a
mi huésped, que se lo tenía por hombre considerable.
No vivía lejos de la estación. Unas diez cuadras más allá, hacia el oeste,
al extremo de un camino polvoroso que con la tarde tomaba coloraciones lilas,
distinguí la casa con su parapeto y su cornisa, de cierta gallardía exótica
entre las viviendas circundantes; su jardín al frente; el patio interior
rodeado por una pared tras la cual sobresalían ramas de duraznero. El conjunto
era agradable y fresco; pero todo parecía deshabitado.
En el silencio de la tarde, allá sobre la campiña desierta, aquella casita,
no obstante su aspecto de chalet industrioso, tenía una especie de triste
dulzura, algo de sepulcro nuevo en el emplazamiento de un antiguo cementerio.
Cuando llegué a la verja, noté que en el jardín había rosas, rosas de
otoño, cuyo perfume aliviaba como una caridad la fatigosa exhalación de las
trillas. Entre las plantas que casi podía tocar con la mano, crecía libremente
la hierba; y una pala cubierta de óxido yacía contra la pared, con su cabo
enteramente liado por una guía de enredadera.
Empujé la puerta de reja, atravesé el jardín, y no sin cierta impresión
vaga de temor fui a golpear la puerta interna. Pasaron minutos. El viento se
puso a silbar en una rendija, agravando la soledad. A un segundo llamado, sentí
pasos; y poco después la puerta se abría, con un ruido de madera reseca. El
dueño de casa apareció saludándome.
Presenté mi carta. Mientras leía, pude observarlo a mis anchas. Cabeza
elevada y calva; rostro afeitado de clergyman; labios generosos, nariz austera. Debía
de ser un tanto místico. Sus protuberancias supercialiares, equilibraban con
una recta expresión de tendencias impulsivas, el desdén imperioso de su mentón.
Definido por sus inclinaciones profesionales, aquel hombre podía ser lo mismo
un militar que un misionero. Hubiera deseado mirar sus manos para completar mi
impresión, mas sólo podía verlas por el dorso.