lunes, 28 de diciembre de 2015

Córdoba: Resistencia, rebelión y conservadurismos



Hablar de Córdoba amerita imbuirse de una cultura local de larga tradición atravesada por conflictos históricos que dejan su huella en las idiosincrasias de sus gentes, 
Necesitamos indagar sobre los orígenes y los efectos de la segregación y la discriminación hacia las clases populares en nuestra provincia que, en buena medida, se condicen con procesos similares a los experimentados por el resto del país, pero que además tienen sus rasgos específicos en la historia de Córdoba. Autores como Efraín Bischoff y Fernando Reati entre otros, han desempolvado los registros y archivos locales para explicarnos más acerca de estos fenómenos que abordaremos a continuación.

La universidad fundada por los jesuitas en 1613 es una muestra cabal del legado arquitectónico del barroco colonial, se trata de la primera universidad del país y, por ende, aquella que nos valió el nombre de "doctos", por el gran número de graduados en estas latitudes.
El legado religioso de los jesuitas y de otras órdenes eclesiásticas puede verificarse, para Bischoff, en “el carácter conservador de gran parte de la población (especialmente la clase media y alta) de la Ciudad y se observa urbanísticamente en el gran número de iglesias que son uno de los principales centros atractivos para el turismo”. (Bischoff, 1979:76)

La primera universidad fue quello que asombró a Sarmiento como hecho rescatable dentro de la "barbarie" del resto de las provincias, alejadas de los centros educativos. No obstante, hasta el sanjuanino se “quejó” de las conductas tan conservadoras de los cordobeses. 

Córdoba le parecía culta, sí, pero no dinámica y renovadora sino pedantemente doctoral y escolástica, y “su altanería clerical se evidencia aún en las clases populares”, Córdoba representaba, para Sarmiento, la ciudad reaccionaria, retrógrada, llena de conventos y monasterios, inficionada por el jesuitismo y esto la perjudicaba porque “ la legislación que enseña la teología, toda la ciencia escolástica de la Edad Media, es un claustro en que se encierra y parapeta la inteligencia contra todo lo que salga del texto y del comentario” (Sarmiento, 2001: 111).

Cuando los españoles arribaron a la región del Río de la Plata, las comunidades originarias trabajaban la agricultura principalmente, es el caso de nuestros primeros habitantes, los comechingones.  Por la "docilidad" de las poblaciones, rápidamente muchos aborígenes fueron explotados para otras labores manuales siempre al servicio de los españoles, por lo cual la labor manual, en términos de rigor marxista (la clase obrera) siempre fue denigrada por los criollos quienes los usaban como "mano de obra barata" o, directamente, "esclavos"[1].
Los españoles en  su mayor parte establecieron sus comunidades adaptándolas a los pueblos indígenas agrarios ya existentes y los comechingones de Córdoba, por ejemplo, que tenían una economía semi-agrícola fueron absorbidos fácilmente como mano de obra.  Dando por sentado que los indígenas deberían servirles, los españoles lograron su necesidad de regir sobre otros sin tener que hacer ellos mismos los trabajos manuales  -los cuales le generaban aversión-  ya que impusieron la cultura hispana y el catolicismo con poca resistencia, en parte debido al influjo de la evangelización en las misiones jesuitas (Scobie, 1971: 29).

 Para Bischoff, el catolicismo “instruyó” a estas poblaciones de indios, negros, mestizos, zambos, en la "docilidad" y el respeto por las normas de sus "patrones" operando en formas de  automenosprecio de su propia cultura y de su propio valor dentro de la economía de la región: las clases bajas de piel oscura que hacían labores manuales comenzaron a consideradas deshonestas, incultas, moralmente inferiores, vagas y perezosas, con el tiempo estos estereotipos hicieron mella en las conciencias de la población aún después de la abolición de la esclavitud, la piel oscura se constituyó en un signo de inferioridad para esas mentes (V. Ratier, 1971: 28).

Por el contrario, las áreas no agrarias sin establecimiento de las comunidades nativas generalmente recayeron en las manos de “hostiles indígenas” (no “domesticados” por la influencia cultural hegemónica de los colonizadores) quienes vivieron de la caza y se recluyeron en “campo abierto”  para que no los pudiesen dominar, ofreciendo un espíritu indómito similar al del gaucho de las pampas, aunque demás está decir que este grupo no tuvo gran influencia en el índice demográfico de la provincia.

Para Reati, la población comenzó a “blanquearse” más de prisa en Córdoba debido al  mestizaje y a un soprendente giro lingüístico: la práctica de llamar a las personas “trigueñas” y considerarlos como “blancos” una vez que su color de piel se “abrillantara”, en el proceso de mestizaje, y disminuyeran sus rsgos físicos africanos.

Sin embargo, el color de piel no era el único factor determinante en las clases sociales: “una persona de piel muy blanca podía considerarse “mulata” si sus antecesores habían estado asociados a labores manuales y una persona de color podía considerarse “blanco” si gozaba de una buena posición social”, como explica Florine (Florine, 1988: 7). Por ello, la descalificación obrera, al desplazar el enfoque sobre la denigración de las clases populares, reforzó su dominación y alcanzó a más sectores de la población siendo esto algo que, como veremos, se reforzó con el correr del tiempo.

Podemos establecer un nexo entre esos procesos de descalifiación de las clases populares en la actualidad del término "negro" que, en ese entonces, no designaba a la etnia, sino, por extensión, “a todos los trabajadores de la labor manual asociados al trabajo esclavo de poblaciones consideradas "inferiores" no sólo socialmente sino hasta psíquicamente ya que, a la larga, los españoles (y luego los criollos) no pudieron justificar su dominación sólo en la creencia de que esclavos o indios eran “paganos sin alma” y como resultado, factores psicológicos o personales confluyeron en una mixtura de prejuicios raciales y sociales”, como observa Reati.  

El actua vocablo con que la clase media y alta suelen referirse a las clases populares para denigrarlas, humillarlas, parece conservar esa distinción de base “cultural” (retomando las ideas del legitimismo cultural y disociando una supuesta “alta cultura” de la “baja cultura”), lo que Mareco sintetiza de este modo:

Con "negros de mierda" se pretende señalar e identificar a cierto tipo de gente portadora de características censurables en su personalidad como el resentimiento, la irreverencia descomedida, la mala educación, el mal gusto, los bajos instintos, la procacidad, el irrespeto, lo chabacano, la agresión, la violencia, la ingratitud, el vicio. En el fondo, es una manera de sentenciar, de decir, que no tienen escapatoria, que aquellos criados bajo ese estigma, esto es al desamparo de la cultura y las leyes de la marginalidad social argentina (bajo el rigor de la pobreza y la falta de oportunidades iguales a los demás, padeciendo condiciones adversas que van desde la insuficiente alimentación hasta el acceso a una educación apenas precaria), podrán tener algunas virtudes, pero siempre la oscuridad terminará por opacar el brillo. (...)  Y  si quieren intentar asomarse de modo colectivo serán señalados como la "chusma" o los "cabecitas negras" como ha ocurrido en la historia argentina"[2]

La discriminación de estos sectores es visible en el cuarteto, la música más popular de Córdoba, que proviene de las zonas rurales y pobres de la “peonada” y luego es consumida por la clase obrera en la Ciudad, convirtiéndose así en un emblema de la marginación y la exclusión social, como así también de la discriminación que sufren, según fuentes de INADI el 40% de los cordobeses[3].
Luego del período de facto, el retorno de la democracia no derogó los principales puntos repudiables para los familiares de las víctimas: sin cuestionar la “obediencia debida”, la casa “no estaba en orden” para los familiares de las víctimas. Económicamente se prosiguió con un modelo excluyente, con un estado benefactor ausente y una política de privatización, endeudamiento, hiperinflación.
La emergencia del neoliberalismo menemista reforzó el consenso con el “Modelo de Washington”, la deuda con el FMI significó una intervención política de ese país hasta en los planes de estudio y el manejo del PBI y  hubo una eclosión de barrios cerrados y villas. El contraste haría que la problematización de la pobreza inundara las páginas de los nuevos escritores.
Según Semán, ello marcó la reformulación de los valores de la “cultura popular” en la sociedad del “pos-trabajo”, durante los 90: Jóvenes estigmatizados por sus barrios, sus modos de vestir, sus lenguajes ya no podían creer en los valores del estudio y el trabajo simplemente por la gran crisis de esas instituciones (…) el “facilismo”, el delito menor, el consumo de sustancias, la virilidad o la “fuerza” física y el aguante a las bandas serían algunos de los nuevos valores de jóvenes desplazados (Míguez, 2010: 61). Por otro lado, durante el menemismo, se ampliaron los llamados “barrios cerrados” para las clases altas y aumentaron las “villas de emergencia”, “desde el propio discurso oficial se extendió la discriminación a los sectores populares y los inmigrantes ilegales”. (V. Filc, 2003: 185).
Para Horacio González, el menemismo creó una nueva “inteligentzia” excluyente e indiferente a la cultura popular y a la equidad en la distribución de bienes simbólicos.
La crisis que hacia fines de la década del 90 se desarrolló en nuestro país supuso diversas formas de desarticulación y redefinición de la relación del par estado/sociedad.
Según informes del INADI, en el contexto dimensiones sociales y económicas fueron puestas en tensión, reimpulsando, además, el debate sobre la legitimidad y pertinencia del hacer político.  Vale preguntarse hasta qué punto el proceso supuso alteraciones de conductas, creencias y representaciones sociales naturalizadas en el comportamiento cotidiano de las personas poniendo dudas sobre las certezas de los criterios de “normalidad” y continuidad de algunos arquetipos configurados y sedimentados por los procesos culturales:

No es ajena a esta tensión la idea que la sociedad tiene sobre la discriminación, la misma se vincula, por un lado, al reclamo por parte de los/las a una “ausencia” o “falla” expresada en la “falta de educación” de las personas. El concepto de “educación” parece vincularse así con una idea de “normalidad” sedimentada en imaginarios sociales que relacionan la cohesión de la sociedad con determinadas pautas morales que deberían signar el comportamiento de las personas. Cuando esta cohesión es puesta en duda emerge en el imaginario la idea de “crisis moral” o “social” donde la educación como idea fuerza hace gala de su funcionalidad constitutiva en la conformación del Estado-Nación argentino (INADI, AAVV, 2010: 77).

Difícil hallar un acto discriminatorio más violento como aquél que omite la funcionalidad de la desigualdad social como un ordenador de la diferencia ya que las desigualdades sociales son una condición estructural, pero también, un ejercicio del poder que se internaliza en la subjetividad social y colectiva delineando un orden social determinado. Podemos ver su rostro cuando encuentra espacios para agruparse en miradas múltiples y yuxtapuestas que en sí mismas terminan constituyendo estereotipos que resignifica a los otros como peligrosos.
Pero también Córdoba tiene un largo muestrario de resistencias y rebeliones internas, pese a su fama de "conservadora", desde las intensas luchas entre unitarios y federales, a la reforma estudiantil de los estatutos de la Universidad Nacional en 1918 y hasta el movimiento de revuelta obrero-estudiantil que tuvo lugar en 1969, durante la dictadura de Onganía, el “Cordobazo”. Pese a quienes intentan atribuir “El Córdobazo”[4] sólo a una resistencia por parte de la clase media del poder enquistado en la dictadura de Onganía, hoy se lo recupera como una “movilización popular y urbana”.
“Popular” porque tuvo adhesión de las clases populares que de manera espontánea aunaron sus reclamos: “las columnas que son interceptadas se desbordan por los barrios para llegar al centro, allí recibieron el apoyo de los vecinos, a través de la protección de los manifestantes, armando barricadas para que la policía montada no pueda ingresar e incluso se sumaron a la acción”. “Urbana” porque “se abandonó el objetivo inicial de marchar y concentrarse en el centro, y la manifestación pasó, en cambio, a ocupar los distintos barrios de la ciudad, principalmente los estudiantiles, pero también obreros como Alta Córdoba -cerca de los talleres- o Ferreyra -en zona de fábricas” (Gordillo, 2015: s/d).
 Así como consideramos vital para nuestro análisis entender más acerca de la conformación de las clases populares en nuestra provincia, también necesitamos indagar aquellos puntos de emergencia de esas clases en el panorama local, para lo cual considerar luchas como las de “El Cordobazo” son imprescindibles, en tanto sostenemos que el cuarteto es heredero tanto de los “límites” impuesto por los discursos que cercenan y coaccionan la libertad y la resistencia de esas clases, así como los espacios que lo posibilitan, siendo esa amalgama entre el sector obrero estudiantil vital para el paso del “Cordobazo” al “Cuartetazo”,como veremos más adelante.
Desempolvar estos archivos nos permitirá evaluar qué influencia tuvieron todas estas “batallas culturales” en las vidas de los cordobeses, hasta qué punto persisten como un producto derivado de ellas y hasta dónde como una réplica de las mismas. 

Bibliografía:
BISCHOFF, Efraín. (1979). Historia de Córdoba: Cuatro siglos. Editorial Plus Ultra, Buenos Aires.
HEPP, Osvaldo (1988). La soledad de los cuartetos. Editorial Letra, Córdoba.
FLORINE, Jane L. Cuarteto Music and Dancing from Argentina: In Search of Tunga-Tunga Universitty Press of Florida. 
MARECO,  Alejandro. "Negro": Un estigma más allá del color de la piel, en La Voz del Interior, domingo 27 de enero de 2013.
SARMIENTO, Domingo Faustino (2011). Facundo: ¿Civilización o barbarie? Ministerio de Educación. Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.
FILC, Judith (2003). “Textos y fronteras urbanas” en Revista Iberoamericana, número 202. Enero Marzo-2003. Universidad de Pitthsburgh.
MÍGUEZ, Daniel (2010) Los pibes chorros. Estigma y marginación. Editorial Capital Intelectual. Bs. As.
GORDILLO, Mónica. 2015. Cordobazo: rebelión popular e insurrección urbana. Entevista concedida como conmemoración de los 46 años de “El Cordobazo” en el sitio oficial de CONICET. Ver: http://www.conicet.gov.ar/2015/05/29/cordobazo-rebelion-popular-e-insurreccion-urbana 



[1] La influencia de los esclavos en Córdoba es muy grande, pues hubo un gran afluente de ellos incorporados por los españoles, como así también otros pobladores d  el destruido imperio incaico que incluso portaron linguísticamente la influencia del quechua en nuestro dialecto cordobés[1]. De todas estas confluencias culturales se destaca el “crisol” de razas que se mantuvieron en coexistencia desde los inicios de la provincia, aunque no sin tensión como vemos, y visibles en los primeros censos de los que se tienen datos: Los primeros esclavos africanos arribaron en 1588. En un censo de 1779 se observaban 17.340 españoles o "criollos", 5482 indígenas, 14892 mulatos y 6.338 esclavos. (Bischoff, 1979:69-71).

[2] V. Mareco, Alejandro. "Negro": Un estigma más allá del color de la piel, en La Voz del Interior, domingo 27 de enero de 2013.
[3] En el año 98, el 70% de los argentinos se sentía discriminado, en especial por su clase social, según dato oficial de INADI.
[4] El movimiento empezó cuando las dos CGT nacionales decidieron una huelga general para el 30 de Mayo, porque Onganía se negaba a restablecer la negociación colectiva y la actualización salarial, suspendidas en el ´67. En Córdoba lo adelantaron un día y adoptaron la modalidad propuesta por Agustín Tosco -del Sindicato de Luz y Fuerza- que implicaba el abandono de los lugares de trabajo desde las 10 hs hasta el día siguiente -es decir por 36 hs, en lugar de 24- y la movilización hasta un acto en el local de la CGT.La convergencia con la cuestión estudianti fue el sello distintivo cordobés. Este sector venía movilizándose para reclamar frente a las intervenciones en las Universidades. Los estudiantes de Corrientes ya habían sido reprimidos luego de una protesta que culminó con la muerte de uno de ellos y esto a su vez produjo una serie de marchas del silencio que causaron dos muertes más en Rosario. Este antecedente posibilita la concreción de otra iniciativa de Agustín Tosco, la convergencia de un reclamo obrero-estudiantil.